sábado, 5 de enero de 2008



El principal protagonista en el campo de batalla de la antigüa Grecia era el infante pesado u “hoplita”, que significa hombre armado, del término “hóplon”, que es el vocablo para todo tipo de armas en general, tanto ofensivas como defensivas. De aquí viene en español la palabra “panoplia”: es decir el conjunto de todas las armas y armadura de un guerrero. En general, la clase hoplita estaba formada por el pequeño y medio propietario agrícola, el artesano y el comerciante acomodados, ya que cada uno debía costearse su propio equipo.
El arma ofensiva principal del hoplita era la lanza o “dori”, que en ese tiempo era un arma para clavar, y que había sustituído casi totalmente a las lanzas arrojadizas de la época homérica. Como arma principal, tenía un valor simbólico y ritual semejante al que durante la Edad Media tendría la espada. Así, para referirse a una victoria o conquista empleaban la expresión: “ganado por la lanza”.
La segunda arma del hoplita era la espada, que sólo se utilizaba en caso de rotura o pérdida de la lanza. Había dos tipos principales de espadas. Unas eran de origen oriental con forma de machete. Son los “kopis” y las “makhairas”. Estas espadas se extendieron por todo el Mediterráneo y en Hispania derivaron en las famosas falcatas. Pero la espada más común en este período era la llamada “xifos”, de hoja recta corta y doble filo.
Entre las armas defensivas la principal y más característica del hoplita, era el gran escudo redondo, llamado “aspis”. Estaba hecho de madera de roble forrada con piel. Con el tiempo se le añadió una de chapa de bronce que protegía el aro exterior, o toda su superficie. Era muy pesado, pero el asa central para el brazo y su forma cóncava, permitían repartir el peso entre el antebrazo y el hombro, liberando la mano que se usaba para cambiar su posición con el asa lateral. Cubría al guerrero desde el cuello a las rodillas, por lo que la mayoría de las heridas se producían en el rostro, garganta, muslos y pelvis.
El escudo solía ir decorado con blasones familiares, símbolos de las divinidades de las que se esperaba protección, o motivos con los que el guerrero quisiera impresionar al adversario. Más tarde, en el período clásico, se generalizó la costumbre de pintarlos con la inicial o un símbolo de la ciudad a la que pertenecía el hoplita.
El casco, o “cranos” era junto con el escudo la pieza más característica de su equipo, sobre todo por sus vistosos remates y cimeras de crines de caballo. Estos adornos no tenían más función que la de realzar la imagen del guerrero para impresionar al adversario. Más tarde el ejército romano adoptó algunas de estas cimeras para sus oficiales y generales.
Las corazas podían ser de bronce, llamadas “tórax” o de capas de tela o cuero pegadas entre sí, para darles resistencia a los cortes, conocidas como “linotórax”
Muchos hoplitas consideraban suficiente protección el escudo y prescindían de las armaduras, que les restaban comodidad y movilidad.